Friday, May 3, 2013

G E T S E M A N I


Traducción literal ("prensa de aceite > aceite de oliva) palabra derivada del griego Γεθσημανἰ, Gethsēmani; hebreo:גת שמני;, arameo:גת שמני; Gath-Šmânê, siriaco ܓܕܣܡܢ: Gat Šmānê.

Así se llamaba el huerto (lugar o jardín) en donde Jesús oró la última noche antes de ser arrestado (Mateo 26:36; Marcos 14.32-42; Lucas. 22.39-46) después de cenar con sus discípulos en el aposento alto. 

 Usaremos el relato que hace Mateo 26:36-46 para el comentario de este día:Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.  Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño.  Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega”. 

Getsemaní era un huerto cultivado de olivos ubicado al pie del monte de los Olivos, frente a Jerusalén y al este del torrente de Cedrón y a unos cincuenta metros al este del puente.

El torrente de Cedrón en el Nuevo Testamento se menciona una sola vez, cuando Cristo lo cruzó en su camino hacia Getsemaní (Juan 18,1).   

Estos valles enmarcan la Jerusalén bíblica: el Cedrón comienza a formarse a unos dos kilómetros al norte de la ciudad; el Tiropeón oculto hoy por el relleno de escombros y edificaciones, venía por el oeste del templo, en dirección sur, entre el Ofel o antiguo Sión (Ciudad de David) y el Sión Cristiano; El Ben Hinom o Gehena que viene de oeste a este, se une a los anteriores formando un único Cedrón con desagüe hacia el mar Muerto. Abarcan el Ofel -Ciudad de David- , el Templo y la Jerusalén de los Reyes.

Cedrón en hebreo, Qidrôn, "oscuro [negro, triste]" o "sucio [turbio]" y del griego Kédros o Kedron. Valle entre Jerusalén y el monte de los Olivos. La palabra hebrea "torrente" es najal, "wadi", "valle", "torrente" en 2 Sam 15:23; 1 Reyes 15:13. Leemos en Juan 18:1 que la palabra "torrente" es traducida del griego jéimarros, que significa lo mismo que najal.
Con frecuencia, este lugar era visitado por Jesús y sus discípulos para orar; y como Judas Iscariote había ido muchas veces con él, sabía dónde encontrarlo para entregarle.

 Judas por supuesto no estaba presente cuando llegaron, entonces Jesús dejó a ocho de sus discípulos en algún lugar del huerto, y se separó para orar llevando consigo a Pedro, Jacobo y Juan.

 Jesús anhelaba la compañía consoladora de sus amigos; pero estos se durmieron, mostrándonos el divino Maestro que en los momentos más importantes de nuestras vidas, no esperemos ayuda de nadie pues nos encontraremos solos ante las pruebas.

 Con anterioridad a su arresto, Jesús había anunciado a sus discípulos la suerte que correría. En los pasajes de Mateo 16:23-24 y Marcos 8:33-34;  con muy pocas diferencias, registran las palabras de Jesús: Pero él, volviéndose, dijo a Pedro:!!Quítate de delante de mí, Satanás!!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.                                                                                                                                                 

s cual era el propósito de su vida: ir a la cruz sin pecado para derrotar al enemigo de nuestras almas, pagar el precio por nuestra redención derramando su sangre y muriendo en la cruz para resucitar al tercer día y completar la victoria. “Estando ellos en Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; mas al tercer día resucitará. Y ellos se entristecieron en gran manera” (Mateo 17:22-23)

Pero cuando Jesús les revelaba este acontecimiento, Pedro, impulsivo, mostraba su amor por el Mesías tratando de persuadirlo para que no fuera al sacrificio. Pedro creía en un evangelio sin cruz, sin derramamiento de la sangre de su Maestro, como el que hoy en día se predica en muchas iglesias; un evangelio suave, ligero, descafeinado; pero Jesús, conociendo quien le aconsejaba y le hacía hablar, le dijo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!. Dirigiéndose al consejero, no a Pedro; porque Satanás no quería que Jesús fuera a la cruz advirtiendo su derrota. Cuando fue arrestado, Jesús todavía estaba hablando con los apóstoles cuando vino un grupo de hombres comandados por Judas a capturarle. Relata Mateo 26:48-50 “Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle. Y en seguida se acercó a Jesús y dijo:! Salve, Maestro! Y le besó. Y Jesús le dijo:     Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron”.

No debe ser motivo de sorpresa ni confusión el que Jesús llamara a Pedro, Satanás y a Judas, amigo; porque cuando uno tiene definida una meta y va en pos de alcanzarla, habrá personas que trataran de desviarte, de hacer que pierdas la visión; y otros que te impulsaran a conseguirla. Los primeros son los aconsejados por el enemigo (como Pedro) y los otros,(como Judas) aun con una conducta adversa, nos ayudan a enfocarnos en nuestro propósito.

Satanás no se rinde fácilmente, su tenacidad es increíble. Después de fracasar con Pedro y ser descubierto por Jesús, instaba a los que rodeaban la cruz del Monte Calvario haciéndoles decir: ¡A otros salvó y él está colgado!. ¡Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!. Decía el ladrón inconverso que colgaba en la cruz vecina a la de Jesús: ¡Si eres el Mesías, demuéstralo! Y mientras los soldados se jugaban las ropas de Jesús, mantenían la mirada hacia abajo, sobre los dados, indiferentes al gran acontecimiento que tenía lugar a sus espaldas, en la cruz; el único evento histórico que podía cambiar sus vidas eternamente.

Los cristianos, debemos mantener la visión más importante de nuestras vidas, como nos dice el autor de la Epístola a los Hebreos. Debemos fijar la vista en Jesús:puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”  (Hebreos 12:2) para que mantengamos la proa hacia nuestra meta, que es la eternidad con Jesús.

 El Mesías es el que nos da la fe, como don y como fruto del Espíritu Santo. Nosotros somos salvos por fe y no por obras. Como es un regalo que nos dio Jesús, no tenemos porque gloriarnos.                               

¡A Él sea toda la gloria!.

 Aquel que aun cuando tenía enfrente el sufrimiento de la crucifixión, el gozo de vernos salvos le hizo menospreciar el oprobio y el dolor que como hombre le causaron los latigazos en su espalda, golpes en su rostro y clavos en sus manos y pies.  El puso su vida por nosotros, sus ovejas, y al tercer día la tomó y ascendió a los cielos.

En el huerto de Getsemaní, el Maestro oraba con gran intensidad, en agonía. Sabía lo que le esperaba (Juan 18.4) y estaba preparado para ello (Lucas 9.51; Isaías 50.7).  Su alma sufría sabiendo que todos los pecados vendrían sobre el para poder pagar el precio. Adulterios, abortos, robos, secuestros, asesinatos, prostitución, mentiras, rencores y odio; todo lo que estuvo apartado de su vida terrenal sin poder tocarle, ahora venía como una avalancha sobre el. Llegar a  la cruz sin haber cometido pecado siendo tentado en todo, era la victoria que se vislumbraba en la cruz. Pedía al Padre que la copa de la ira de Dios no le tocara; pero sabiendo que no era posible aceptaba la voluntad del Padre.

 Lucas, como médico, narra un suceso al que los otros evangelistas no hacen referencia: “Su sudor era como gotas de sangre”. Este fenómeno llamó la atención del médico porque era resultado del gran dolor que sufría Jesús solo de pensar que todos nuestros pecados caerían sobre el y que estaría sólo colgando de la cruz porque Dios no puede estar presente donde hay pecado. Esto lo llevó a gritar: ¡Dios mío, porque me has abandonado!. Lucas 22: 42-44 explica:”diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”.

 Era la agonía en Getsemaní el preámbulo de lo que sería la crucifixión. Cuando nos dijo que si no tomamos nuestra cruz y le seguíamos no podríamos ser sus discípulos. Hermano, no hay evangelio sin Getsemaní y sin sufrir en agonía no podemos ir a la cruz a recoger nuestra victoria. Primero se sufre, y después se recibe la recompensa. Una mujer sufre los dolores y después del pato se goza con un hijo en sus brazos. Hay que morir para vivir. Mas lo grandioso de Jesús no estuvo solo en Getsemaní y crucifixión; fue su resurrección porque después de sufrir y morir, venció sobre el pecado y tres días después, lo hizo sobre la muerte y… Su resurrección es la primicia de la nuestra, y el rapto de la iglesia nuestra dulce esperanza. Amén.

 

 

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