La reflexión de hoy está basada en el pasaje bíblico de Eclesiastés
3:1-5 haciendo énfasis sobre el tiempo de callar y habiendo sido motivada por
la dificultad que tenemos los seres humanos de mantenernos en silencio cuando no
tenemos nada bueno que decir:”Todo tiene su tiempo, y todo lo que se
quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir;
tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo
de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo
de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de
esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de
abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder;
tiempo de guardar, y tiempo de desechar tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de
hablar;”
El mejor ejemplo nos lo dio el divino Maestro cuando iba hacia el lugar del
sacrificio. Narra en profecía Isaías 53:3-7 “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores,
experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue
menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y
sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios
y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros
pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su
camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado
él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero;
y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”.
Se necesita saber en que momento hablar y en que momento callar.
Ambas funciones son importantes; pero se necesita de la sabiduría de Dios para
hacer lo correcto en el momento oportuno. Unicamente La Palabra de Dios y Su mensaje de salvación
adquieren la connotación de imprescindibles de callarse; porque El mismo nos comisionó a compartirla con todas las personas, en todo lugar y en todo
momento.
Cuando entremos en oración debemos tener la actitud de
Job que preguntaba para que Dios le enseñara ya que hasta ese momento de oídas,
de lo que le habían contado, creía conocerlo; hasta que Dios le abrió los ojos
espirituales y pudo verlo tal como realmente es. Después de haber
pasado por una prueba durísima y perderlo
todo: Hijos, mujer, posesiones y salud; hasta entonces fue que Job entendió que el hombre no
puede inclinar a su favor la voluntad de Dios y que no importa lo piadosa que
sea su vida para agradarlo. Que la relación con El es personal y que todo lo que nos rodea es pasajero
ya que solo El es eterno
Me callare para el
mundo y solo hablare contigo y sólo a ti te oiré; háblame Señor:
Job 42:4-5
Oye, te ruego, y hablaré;
Te preguntaré, y tú me enseñarás.
De
oídas te había oído,
Mas ahora mis ojos te ven.
Cuentan esta historia de cómo se salvaron de la muerte un
predicador y un borracho; pero un ingeniero que no sabía callar sufrió la
condenación:
Llevaban a la guillotina a un predicador, a un borracho y
a un ingeniero.
Le preguntaron al predicador si quería estar boca arriba viendo la afilada hoja, o boca abajo viendo la tarima de ejecución cuando le llegara la hora.
Le preguntaron al predicador si quería estar boca arriba viendo la afilada hoja, o boca abajo viendo la tarima de ejecución cuando le llegara la hora.
El
predicador contestó que quería estar boca arriba, para estar orando y mirando
al cielo al morir.
Levantaron la hoja de la guillotina y la dejaron caer. La
hoja bajó veloz y de repente se detuvo, a unos cuantos centímetros de su
garganta.
Las autoridades
consideraron esto como una intervención Divina e impresionadas por el milagro
perdonaron y liberaron al predicador.
Luego, llegó el turno del borracho, quien también decidió morir mirando al cielo, esperando recibir el mismo milagro del predicador.
La
cuchilla fue levantada nuevamente, y soltada. Bajó velozmente y
de pronto se detuvo apenas a centímetros del cuello del borracho
de pronto se detuvo apenas a centímetros del cuello del borracho
Finalmente llegó el turno del ingeniero, quien también
optó por morir boca arriba.
Levantaron lentamente la hoja de la guillotina, cuando de repente el ingeniero, con los ojos entrenados por su profesión, viendo un desperfecto en el mecanismo de la guillotina, dijo: "!Hey, ya sé porqué no cae la hoja de la guillotina...!"
Los verdugos, arreglaron el mecanismo, y el ingeniero fue puesto nuevamente en la guillotina, y esta vez, gracias a la profesional asesoría funcionó perfectamente.
Levantaron lentamente la hoja de la guillotina, cuando de repente el ingeniero, con los ojos entrenados por su profesión, viendo un desperfecto en el mecanismo de la guillotina, dijo: "!Hey, ya sé porqué no cae la hoja de la guillotina...!"
Los verdugos, arreglaron el mecanismo, y el ingeniero fue puesto nuevamente en la guillotina, y esta vez, gracias a la profesional asesoría funcionó perfectamente.
Como nos dice Eclesiastés 3, era un momento
para callar:
Aun cuando podamos estar ansiosos de compartir con otros lo mucho que sabemos, Solo la sabiduría de Dios nos dirá cuando es mejor callar o hablar.
Aun cuando podamos estar ansiosos de compartir con otros lo mucho que sabemos, Solo la sabiduría de Dios nos dirá cuando es mejor callar o hablar.
A veces nos metemos en problemas por decir algo que debimos
callar o cuando callamos algo que debimos decir.
Igual pecado es el que cometemos cuando obramos mal; que
cuando omitimos algo que es nuestra obligación hacer.
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